La cena había sido bastante monótona y llevadera. Me había
gustado bastante conversar con Jorge. Eran las 22:30 y mi madre me había dicho
que volviera al piso a las 23:00. Ya había bajado en el metro de atocha y solo
tendría que caminar durante unos 10 minutos asta llegar a mi portal. El frio
viento azotaba mi cara y eso hacia que me estremeciera y abrazara con mas
fuerza mis brazos. Mi gorro verde hacia que llevara bien calentita la cabeza y
las orejas, cosa que agradecía mucho. Mis manos iban cubiertas por mis guantes,
pero aun así, iban casi congeladas. El viento traspasaba mis jeans y hacia que
la piel de mis piernas se pusiera de gallina. Los gruesos calcetines y las
botas hacían que llevara los pies bien calentitos. Sin darme cuenta, pensando
en mis cosas y en el frio que llevaba, llegué al portal de mi casa. Mi piso era
un primero, asique no acostumbraba a subir en ascensor. Subí las escaleras de
dos en dos. Abrí la puerta de casa y todas las luces estaban apagadas, lo que
me demostraba que no había nadie. Camine asta mi dormitorio, me quite el
abrigo, las botas, el gorro y los guantes. No tenia hambre, ni sueño. Tampoco tenía
deberes, ni nada que hacer. Me senté en la repisa de la ventana, apoye mi
frente en el frio cristal. Intente ver las estrellas pero las luces de Madrid
me imposibilitaban la visión. Baje la vista a la calle, miré el bloque de pisos
de enfrente. De repente lo vi. Era él, era Jorge. Estaba sin camiseta, sentado,
mirando el ordenador, en una de las ventanas de ese mismo bloque. Alzó la vista,
y me vio. Sus intensos ojos marrones fusionaron con los míos. Del susto me caí
hacia atrás, golpeando fuertemente mi cabeza contra el suelo. Me quede tumbada
mirando el monótono techo de mi dormitorio. No me atrevía a levantarme. No
podía ser que fuera él. Cuando me levante, estaba mirándome riéndose divertidamente
de mi torpeza. Lo vi levantarse, coger un papel en blanco y ponerse a escribir.
Cuando finalizo, deposito el papel contra el cristal de su ventana. Yo,
torpemente alcancé a leer “¿Te hiciste mucho daño, Lara?”. Rápidamente corrí a
mi escritorio, cogí mi blog de notas y escribí “No. ¿Cómo es que vives enfrente
mío?”. Lo puse contra el cristal y le hice señas para que leyera. “Me gustó
esta calle. Sobre todo ahora que se que eres mi vecina” escribió el. “A mi
también me gusta. Me voy, hablamos mañana” le escribí. “Adiós” escribió.
Rápidamente me baje de la repisa de la venta y cerré las
cortinas. Me puse el pijama y dirigí mi delgado cuerpo por el pasillo asta la
cocina. Me prepare un baso de leche con mucho cola-cao y me lo tomé. Volví a mi
dormitorio, levante un poco la colcha y deposite mi cuerpo entre las sábanas.
Esa noche me dormí pensando en mi nuevo vecino.
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